Cali, junio 23 de 2025. Actualizado: domingo, junio 22, 2025 10:10

Los verdaderos extraterrestres

¿Y si los humanos no somos de este planeta?

¿Y si los humanos no somos de este planeta?
Foto: Pexels
lunes 23 de junio, 2025

A veces basta con observar a la humanidad con algo de distancia para que surja una pregunta incómoda: ¿realmente pertenecemos a este planeta?

Porque, si lo piensas bien, hay algo en el ser humano que no encaja.

Nuestra relación con la Tierra es más destructiva que simbiótica, y nuestro comportamiento, más parecido al de una especie invasora que al de una nativa.

¿Y si no fuéramos de aquí? ¿Y si, en lugar de buscar extraterrestres allá afuera, tuviéramos que aceptar que los verdaderos alienígenas podríamos ser nosotros mismos?

Esta idea ha sido planteada tanto desde la ciencia marginal como desde la espiritualidad: el ser humano, por su biología, su desconexión ambiental y su conducta depredadora, parece más un cuerpo foráneo en un sistema que no termina de comprender ni de respetar.

Físicamente inadaptados

Desde el punto de vista físico, el ser humano presenta varias anomalías frente a otras especies “naturales” del planeta:

Somos extremadamente sensibles al sol. Nuestra piel se quema con facilidad.

¿Por qué una especie supuestamente evolucionada en un planeta soleado necesitaría protección constante contra el astro que da vida?

Nuestros partos son traumáticos. Mientras que otras especies dan a luz de forma instintiva, el parto humano suele requerir asistencia, intervención médica y conlleva un alto riesgo.

Dependemos de tecnología para sobrevivir. Sin ropa, calefacción, utensilios o medicinas, la mayoría de nosotros no soportaría un par de días en condiciones naturales.

No tenemos adaptación completa al entorno. Necesitamos modificarlo constantemente: talamos bosques, pavimentamos la tierra, alteramos el agua y el aire para poder vivir cómodamente.

¿Y si no es que somos superiores, sino simplemente una especie que no evolucionó del todo aquí?

Algunos científicos alternativos han propuesto que podríamos haber sido el resultado de una intervención genética exógena, una especie sembrada en este planeta, tal vez como experimento o como intento de adaptación fallida.

Una mente que destruye más de lo que crea

Más allá de lo físico, lo que verdaderamente distingue al ser humano es su mente.

Capaz de crear arte sublime… pero también de diseñar armas para destruir el planeta entero.

Y esa dualidad nos lleva a un terreno oscuro: nuestra forma de vivir parece incompatible con la vida misma.

Hemos exterminado más del 60% de las especies animales en menos de un siglo.

Convertimos la Tierra en un vertedero para sostener modelos de consumo innecesario.

Usamos el lenguaje y la inteligencia no para construir paz, sino para justificar el poder, la dominación, la guerra.

Competimos por recursos en lugar de cooperar. Matamos por ideas. Nos separamos por razas, géneros y banderas inventadas.

¿Qué otra especie hace esto? Ni siquiera los depredadores más feroces matan por placer o por venganza.

Solo el ser humano daña sin necesidad, explota por codicia, y destruye incluso lo que ama.

Nuestro comportamiento no es de una especie que pertenece a este sistema… sino de una que lo invade.

¿Somos una inteligencia fuera de contexto?

Una teoría intrigante sostiene que la conciencia humana es un software demasiado avanzado para el hardware biológico que tenemos.

Es decir, pensamos, deseamos, planeamos y tememos con tal intensidad, que vivimos en una disociación permanente del entorno natural.

¿Y si esta conciencia fue “insertada” o forzada a evolucionar más rápido de lo que la biología permitía?

Desde esta perspectiva, nuestra mente sería alienígena, no necesariamente en origen espacial, sino en su desarraigo total de lo natural.

El resto de las especies vive en presente, en equilibrio.

Nosotros vivimos en ansiedad, memoria y proyección.

Siempre queriendo más. Siempre sintiendo que “algo falta”.

El planeta nos rechaza… o nos avisa

El cuerpo humano sufre al contacto con la Tierra actual: alergias, enfermedades autoinmunes, depresiones masivas, desajustes hormonales.

El planeta parece emitir una frecuencia que ya no logramos procesar sin enfermar.

La Tierra cambia. Y mientras lo hace, es como si el organismo planetario nos estuviera devolviendo el mensaje: así no más.

Porque nuestra forma de habitar no es sostenible.

Porque no hemos aprendido a pertenecer, solo a poseer.

Y tal vez ahí está el verdadero mensaje: no se trata de si vinimos de otro planeta, sino de si somos capaces de actuar como si este fuera nuestro hogar.

¿Podemos volver a pertenecer?

Si somos “extraterrestres” en el sentido simbólico, no significa que no podamos echar raíces.

Tal vez no se trata de origen, sino de destino. Tal vez el verdadero desafío de la humanidad no es conquistar otros mundos… sino aprender a ser dignos de este.

¿Cómo lograrlo?

Reconectando con la Tierra desde el cuerpo: caminando descalzos, sembrando, respirando aire real.

Transformando la forma de consumir, producir y convivir.

Educando para la empatía, no solo para la competencia.

Honrando la vida, no desde el miedo a la muerte, sino desde el respeto por el misterio.


¿Y si los humanos no somos de este planeta?

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